Hace unos años hablar de los Backstreet Boys suponía incluir gritos femeninos enlatados, tatuajes con rotuladores Carioca en brazos y frente que recordaban los nombres de los componentes y armarse de carpetas forradas de sus imágenes, una atmósfera siempre perfumada con feromonas de adolescentes histriónicas e histéricas capaces de cualquier cosa por los chicos de sus sueños. Y aunque haya pasado el tiempo...¿por qué tiene que cambiar eso? Vale que ahora las adolescentes son adultas de diversa índole, que guardan las camisetas de sus ídolos de antaño en el fondo del armario, pero la energía de las fans no se pierde, se transforma, y cuando este quinteto de estadounidenses saltó al escueto escenario del Palacio de Vistalegre, las gargantas ebullían y los flashes iluminaban la Plaza de toros.
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